Ferrán Monegal, crítico de televisión de El Periódico de Catalunya, describía el programa
No em ratllis! de TV-3, presentado por Julia Otero, en su columna 'Niños, al salón':
"Ha habido de todo. Momentos de risa, momentos de emoción y hasta momentos de horror [...] Y el momento de horror llegó cuando Julia nos comunicó: "¿Sabían que, en Catalunya, tres de cada cuatro niños lo que quieren es ser famosos?" [...] Dentro de cada angelito delicioso anida un avida dollars sin ni siquiera saber lo que es eso. Agradezcámoslo a la influencia de tantos programas de tele. Y al triste papel de nosotros, los mayores."
Al observar las largas filas de candidatos para cualquier programa de tele-realidad, podemos comprobar que, para el ser humano, el reconocimiento social es importante en sí mismo, independientemente del mérito que solía producirlo. Los niños ven que basta para tener una vida cómoda, cuando no lujosa.
¿Por qué entonces uno de cada cuatro niños no quiere ser famoso? ¿Es, como sugiere Monegal, un niño que no ve la tele o que tiene una buena influencia de los mayores? La respuesta podría ser muy distinta. Quizá todos los niños no sean iguales en su capacidad para recibir motivación social, que es la más común: el dinero, los premios, el aplauso...
Hasta hace poco, sólo llamaba la atención el caso más extremo: los autistas, esos niños que rechazan el contacto o la comunicación humana. Sin embargo, hay hay una amplia variedad hacia el extremo, denominada el ''espectro autista''. Dentro de este hay varias condiciones que pueden impedir la vida independiente, entre ellas el Síndrome de Asperger.
En 1944, el austríaco Hans Asperger describió a cuatro niños de inteligencia normal, pero con dificultades de integración social. En 1981, Lorna Wing dio a la condición su nombre actual. Esta autora lo describía como un continuo que "va desde la persona más profundamente retardada física y mentalmente... a la persona más capaz, altamente inteligente, con deficiencia social en su forma más sutil como única discapacidad".
Pero ahora estamos viviendo una época muy diferente. Internet ha permitido el desarrollo de otro tipo de relación social, que depende menos del lenguaje oral y corporal, los más difíciles de dominar para los que muestran características autistas (un "fenotipo autista en sentido amplio", o BAP - Broad Autistic Phenotipe).
El grupo Asperger, el más activista, reagrupado por fin en su "tierra prometida" virtual, reclama el derecho a la diversidad neurológica. Aseguran que si se encontrara un gen concreto como causante de su Síndrome, o incluso una cura, ello podría significar el final de "una raza". Sin embargo, el final de los Asperger sólo eliminaría una pequeña parte de un espectro muy amplio y variado. Parece mejor concentrarse en mejorar la vida de todos esos niños que seguirán naciendo con rasgos BAP. La gran adaptabilidad del cerebro permitirá a muchos aprender conscientemente esas normas sociales y formas de comunicación que la mayoría aprende por intuición.
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